Según datos de la Comisión Europea de noviembre de 2023, las ciudadanas europeas cobran un 13% menos que los europeos por hora trabajada. En España, según la UGT, esta brecha salarial se ha reducido del 23% al 18%, gracias a la reforma laboral y al incremento del Salario Mínimo Interprofesional. Y esto es así porque seis de cada diez personas que cobran el Salario Mínimo Interprofesional son mujeres, y porque son ellas las que estaban y siguen estando en situación de mayor precariedad en el mercado de trabajo.
Las cifras muestran que las políticas impulsadas por el Gobierno de Pedro Sánchez han mejorado la situación laboral y el poder adquisitivo de las mujeres. Aun así, siguen siendo ellas las que cobran menos por realizar un trabajo de igual valor que los hombres. ¿Por qué? Por ser mujeres.
Los fundamentos de la brecha salarial que sufren hoy las mujeres se basan en un contrato firmado hace más de dos siglos y medio. El contrato roussiano de 1762 establecía la división sexual del trabajo, según la cual a los hombres les pertenecía el espacio público y el trabajo productivo y remunerado. Mientras que a las mujeres se les asignaba el espacio privado y el trabajo reproductivo no remunerado. O lo que es lo mismo, para los hombres el prestigio, el reconocimiento, la proyección y el salario. Para las mujeres el aislamiento, la invisibilidad, el anonimato y la gratuidad.
Según datos de la Comisión Europea de noviembre de 2023, las ciudadanas europeas cobran un 13% menos que los europeos por hora trabajada. En España, según la UGT, esta brecha salarial se ha reducido del 23% al 18%, gracias a la reforma laboral y al incremento del Salario Mínimo Interprofesional. Y esto es así porque seis de cada diez personas que cobran el Salario Mínimo Interprofesional son mujeres, y porque son ellas las que estaban y siguen estando en situación de mayor precariedad en el mercado de trabajo.
Las cifras muestran que las políticas impulsadas por el Gobierno de Pedro Sánchez han mejorado la situación laboral y el poder adquisitivo de las mujeres. Aun así, siguen siendo ellas las que cobran menos por realizar un trabajo de igual valor que los hombres. ¿Por qué? Por ser mujeres.
Los fundamentos de la brecha salarial que sufren hoy las mujeres se basan en un contrato firmado hace más de dos siglos y medio. El contrato roussiano de 1762 establecía la división sexual del trabajo, según la cual a los hombres les pertenecía el espacio público y el trabajo productivo y remunerado. Mientras que a las mujeres se les asignaba el espacio privado y el trabajo reproductivo no remunerado. O lo que es lo mismo, para los hombres el prestigio, el reconocimiento, la proyección y el salario. Para las mujeres el aislamiento, la invisibilidad, el anonimato y la gratuidad.
Esos eran los fundamentos, no pactados con las mujeres, del contrato social.
Un contrato social que ha evolucionado con el paso de los años, porque el sistema patriarcal se ha adaptado y ha redefinido los roles de género para sobrevivir, modificando las condiciones de vida sobre todo de las mujeres, quienes se han incorporado al mercado de trabajo y a la vida pública, aunque ello no ha ido acompañado de una mayor corresponsabilidad masculina en el trabajo reproductivo y del cuidado.
De hecho, ellas son las que, a pesar de su incorporación al espacio público, continúan haciéndose cargo del trabajo del hogar: veintitrés horas más que los hombres a la semana, según el CIS, es decir, un total de 1.202 horas anuales, 50 días al año. Un mes y veinte días de trabajo reproductivo que las españolas regalan a sus familias, al Estado de Bienestar y al PIB de nuestro país, sin recibir contraprestación alguna. Pero el feminismo se resiste al conformismo y apuesta y trabaja para que el siglo XXI sea el siglo de la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres.
Es el momento de romper los techos de cristal y limpiar los suelos pegajosos, es el momento de compartir los tiempos de cuidado y apostar por la corresponsabilidad, es el momento de avanzar en democracia, de conquistar la igualdad y, 250 años después, renovar un contrato social que, esta vez sí, nos haga libres e iguales.