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La generación Z quiere casa propia, trabajo presencial y boda Carlos Portolés CARLOS PORTOLÉS

 


Reunimos a un grupo de jóvenes para que hablen de sus aspiraciones, de sus valores y de su estilo de vida. Las respuestas son un variado cóctel que retrata las particularidades de esta generación que no llega a los 30

30 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Rompen los jóvenes muchos moldes mentales cuando se habla con ellos. Las ideas preconcebidas que tienen otras generaciones sobre lo que quieren y lo que piensan los zeta —nacidos entre finales de los 90 y mediados de la primera década de los 2000— tiene a menudo poco que ver con la realidad. Así lo demuestra el grupo que hemos reunido para este reportaje de YES. Universitarios, estudiantes de Formación Profesional, jóvenes que trabajan y hasta extranjeros participan en esta conversación, que destierra mitos y permite acercarse con algo más de conocimiento de causa a las entrañas de la forma de estar en el mundo de los que están ahora estrenando adultez. El resultado de la charla ha sido un mosaico vivo y refrescante. Hablan ellos. 

Vivienda

A menudo se oye por ahí esa máxima tan tramposa de que los jóvenes ya no tienen la necesidad establecerse y echar raíces. Que gustan de ser nómadas y vivir sobre líquido. ¿Es esto cierto? Nuestros chicos y chicas opinan lo contrario.

Un dato que podría sorprender a algunos: una amplia mayoría de los entrevistados declaró que, para ellos, es un objetivo fundamental de futuro el llegar a tener una casa propia, que no sea de alquiler. Así lo verbaliza, por ejemplo, Clara Barrios (A Coruña, 21 años), que estudia Ingeniería Informática: «En un futuro sería muy importante para mí tener una casa en propiedad. No estar en un piso de alquiler pensando que te pueden echar en cualquier momento. Asentarse en un lugar, que puedas decir que es tuyo y que de ahí no te van a mover». O Paula Suárez (A Coruña, 18 años), estudiante de Económicas: «Creo que para mí sería imprescindible tener una casa propia». Y no solo es así en España. Clara Dupuch (Burdeos, 21 años), estudiante francesa de ADE que está de erasmus en A Coruña, opina muy similar «Obvio que comprar una casa es un objetivo. Vengo de un lugar donde hay mucha naturaleza, y es muy importante para mí tener un espacio propio en un entorno así. Me importa mucho. Es una de mis metas de vida, tener casa propia y familia».

Hay también, no obstante, voces discordantes. Como la de Gabriel Ares (Ponte Caldelas, 25 años), estudiante de Economía: «Comprar una casa no es uno de mis objetivos ni creo que vaya a serlo. No me importa vivir en alquiler. De hecho, creo que hasta lo prefiero a todos los efectos».

Sin embargo, una cosa son los deseos y otra la realidad. Y, en cuestión de la vivienda, muchos jóvenes se muestran algo desesperanzados por la situación actual del mercado. Incluso aquellos que no viven con sus padres siguen necesitando algún tipo de ayuda económica de ellos. «Independizarme es algo que me gustaría. La verdad es que busco eso, pero ahora mismo lo veo lejano. Creo que dar el paso es bastante difícil, porque, aunque aquí en Galicia los alquileres no sean todavía tan caros como en otras partes, sigue siendo complicado que te dé para vivir solo. Acabas viviendo con compañeros de piso durante mucho tiempo», apunta Lucía Días (Foz, 19 años), estudiante de un grado superior de Amueblamiento y Diseño en el centro coruñés de Someso, que vive en piso compartido.

Una visión con la que concuerda Gabriel Ares, que también comparte piso. «Me gustaría independizarme, claro, pero lo veo bastante complicado. Sobre todo si pienso en tener yo un piso en solitario y no estar sujeto a tener que compartir o a que mis padres tengan que contribuir con el alquiler».

Pero también los hay que han podido estrenar esta etapa vital de emanciparse. Especialmente, aquellos que ya viven en pareja, como Florencia Delbono (Montevideo, 22 años), estudiante de un ciclo superior de Estética. «Tuvimos suerte. Pudimos independizarnos hace poco. Pero normalmente es difícil. A los 23 o 24 estás terminando de estudiar, y para poder compaginar lo normal es tener trabajos a media jornada, que si vives solo no dan para pagar el alquiler».

Otros tienen una relación tan buena con sus progenitores que se toman con calma la cuestión de la independencia. No tienen prisa por marcharse. Como Aldara Louro (21 años, A Coruña), estudiante de ciclo superior que vive con su madre y con su hermano: «Yo estoy bien en casa. Quizás en 3 o 4 años sí que me gustaría empezar a mirar la opción de marcharme, pero sin prisa, porque tengo muy buena relación tanto con mi padre como con mi madre». Todos coinciden, no obstante, en que la voluntad, al final, no es lo que decide si te vas de casa, sino las posibilidades económicas. Y en ese frente la mayoría muestra cierta desesperanza. Cierto cansancio. «A mis amigas independizadas las veo siempre muy preocupadas por el tema del dinero. Sobre todo si estás aún estudiando, porque necesitas o que te lo paguen tus padres o tener muchos ahorros. Aun compartiendo piso con varias personas, los precios siguen siendo bastante altos», abunda Aldara.

Trabajo

Los jóvenes están ahora en uno de los momentos más importantes de la vida. La transición entre ser estudiante y trabajador. Algunos, incluso, tienen que compaginar ambas facetas. Como Florencia, que, a pesar de continuar su formación, ya ha encontrado empleo de lo suyo. «Mi sector, la estética, ha tenido un auge en los últimos años, por eso me fue bastante sencillo encontrar trabajo. Para compaginar con los estudios hay que organizarse muy bien, pero, al final, es posible», explica.

Y, además, también atestigua las crecientes salidas laborales de la Formación Profesional: «En mi entorno, casi todos hicieron ciclo medio o ciclo superior y ahora están trabajando».

Hay también, no obstante, voces discordantes. Como la de Gabriel Ares (Ponte Caldelas, 25 años), estudiante de Economía: «Comprar una casa no es uno de mis objetivos ni creo que vaya a serlo. No me importa vivir en alquiler. De hecho, creo que hasta lo prefiero a todos los efectos».

Sin embargo, una cosa son los deseos y otra la realidad. Y, en cuestión de la vivienda, muchos jóvenes se muestran algo desesperanzados por la situación actual del mercado. Incluso aquellos que no viven con sus padres siguen necesitando algún tipo de ayuda económica de ellos. «Independizarme es algo que me gustaría. La verdad es que busco eso, pero ahora mismo lo veo lejano. Creo que dar el paso es bastante difícil, porque, aunque aquí en Galicia los alquileres no sean todavía tan caros como en otras partes, sigue siendo complicado que te dé para vivir solo. Acabas viviendo con compañeros de piso durante mucho tiempo», apunta Lucía Días (Foz, 19 años), estudiante de un grado superior de Amueblamiento y Diseño en el centro coruñés de Someso, que vive en piso compartido.

Una visión con la que concuerda Gabriel Ares, que también comparte piso. «Me gustaría independizarme, claro, pero lo veo bastante complicado. Sobre todo si pienso en tener yo un piso en solitario y no estar sujeto a tener que compartir o a que mis padres tengan que contribuir con el alquiler».

Pero también los hay que han podido estrenar esta etapa vital de emanciparse. Especialmente, aquellos que ya viven en pareja, como Florencia Delbono (Montevideo, 22 años), estudiante de un ciclo superior de Estética. «Tuvimos suerte. Pudimos independizarnos hace poco. Pero normalmente es difícil. A los 23 o 24 estás terminando de estudiar, y para poder compaginar lo normal es tener trabajos a media jornada, que si vives solo no dan para pagar el alquiler».

Gabriel Ares, Florencia Delbono, María Recondo, Luis Campelló y Gabriel Alejandr Parra
Gabriel Ares, Florencia Delbono, María Recondo, Luis Campelló y Gabriel Alejandr Parra VÍTOR MEJUTO

Otros tienen una relación tan buena con sus progenitores que se toman con calma la cuestión de la independencia. No tienen prisa por marcharse. Como Aldara Louro (21 años, A Coruña), estudiante de ciclo superior que vive con su madre y con su hermano: «Yo estoy bien en casa. Quizás en 3 o 4 años sí que me gustaría empezar a mirar la opción de marcharme, pero sin prisa, porque tengo muy buena relación tanto con mi padre como con mi madre». Todos coinciden, no obstante, en que la voluntad, al final, no es lo que decide si te vas de casa, sino las posibilidades económicas. Y en ese frente la mayoría muestra cierta desesperanza. Cierto cansancio. «A mis amigas independizadas las veo siempre muy preocupadas por el tema del dinero. Sobre todo si estás aún estudiando, porque necesitas o que te lo paguen tus padres o tener muchos ahorros. Aun compartiendo piso con varias personas, los precios siguen siendo bastante altos», abunda Aldara.

Trabajo

Los jóvenes están ahora en uno de los momentos más importantes de la vida. La transición entre ser estudiante y trabajador. Algunos, incluso, tienen que compaginar ambas facetas. Como Florencia, que, a pesar de continuar su formación, ya ha encontrado empleo de lo suyo. «Mi sector, la estética, ha tenido un auge en los últimos años, por eso me fue bastante sencillo encontrar trabajo. Para compaginar con los estudios hay que organizarse muy bien, pero, al final, es posible», explica.

Y, además, también atestigua las crecientes salidas laborales de la Formación Profesional: «En mi entorno, casi todos hicieron ciclo medio o ciclo superior y ahora están trabajando».Y no es el de la estética el único sector en auge. Otro, también moderno y con mucha demanda de empleo, es el de la informática. Con tan solo 21 años, Clara Barrios, que está terminando la carrera de Ingeniería Informática, ya ha encontrado trabajo: «A mí, la verdad, es que me fue fácil encontrar algo de lo mío. Las tecnologías se están desarrollando mucho y rápido, así que se buscan muchos informáticos. Mi ingeniería es, además, de las que más salidas laborales tiene».

Pero, por desgracia, no todos se han encontrado con terrenos tan fértiles. Luis Campello (Elche, 25 años), cursa un máster en A Coruña tras haberse graduado en Comunicación Audiovisual. Tuvo que dejar su ciudad natal para buscar un futuro profesional. «En el presente ya es complicado encontrar trabajo en general, pero en el sector del audiovisual particularmente aún más. Además, los contratos son muy precarios y casi siempre de corta duración, por lo que se hace difícil poder establecerte en un sitio o tener un plan de futuro. En uno de mis trabajos tuve un contrato de tres meses, que luego fueron ampliados por tres más. Y después ya no me renovaron. A continuación, tuve otro empleo con un contrato de cinco meses. En ningún sitio he podido permanecer mucho tiempo, lo que, además, hace más difícil encontrar un piso de alquiler, porque en muchos sitios ponen un mínimo de estancia», cuenta.

Otra cuestión en la que, sorprendentemente, coinciden casi todos es en no querer el teletrabajo. O, al menos, no como única forma de trabajar. El preferido es, por goleada, el sistema híbrido. Se valora la socialización en el entorno laboral y el tratar con gente de carne y hueso en el día a día. Así lo señala María Recondo (25 años, Vigo), que trabaja en una empresa de comunicación. «Si puedo elegir, quiero una mezcla. Me gusta estar en contacto con otras personas y poder hacerles preguntas. Hasta me resulta más práctico para todo el equipo estar todos en el mismo sitio. Pero es cierto que trabajar desde casa tiene una ventaja: hace más fácil la conciliación».