Existe un tipo de persona que, ante la catástrofe, opta por lucrarse. Son personas que siempre me han despertado un interés morboso, como las bestias carroñeras, como las garrapatas y las hienas. ¿Cómo funcionan sus cabezas? ¿Qué ven cuando se miran al espejo? ¿Cómo miran a sus hijos o hijas, a su madre, a su padre? ¿Son capaces de amar, o al menos simularlo? Porque no son animales, son seres humanos, seres humanos que se alimentan con la muerte y el dolor de otros seres humanos. Son el paso siguiente a quienes se lucran con el hambre y el techo. Son los que crecen sobre los cadáveres y la sangre, flor de parca.
Surge una pandemia, millones de personas en el mundo entero enferman y empiezan a morir, se sabe que morirán solas y aterradas. En la mente de la inmensa mayoría crecen dos sentimientos humanos, comprensibles, básicos: el miedo y la compasión. Ah, pero existe un puñado de miserables que, ante el dolor y la muerte de sus congéneres lo primero que piensan es en el dinero. En ganar dinero con eso, precisamente con eso. Lo primero que piensan es en cómo convertir el miedo, la enfermedad, el dolor y la muerte del resto en riqueza propia. Sus cabezas me resultan absolutamente incomprensibles, pero sobre todo me producen una repugnancia sin límites. Gritaría de rabia contra ellas, contra ellos. A veces lo hago.
Existe un tipo de persona que, ante la catástrofe, opta por lucrarse. Son personas que siempre me han despertado un interés morboso, como las bestias carroñeras, como las garrapatas y las hienas. ¿Cómo funcionan sus cabezas? ¿Qué ven cuando se miran al espejo? ¿Cómo miran a sus hijos o hijas, a su madre, a su padre? ¿Son capaces de amar, o al menos simularlo? Porque no son animales, son seres humanos, seres humanos que se alimentan con la muerte y el dolor de otros seres humanos. Son el paso siguiente a quienes se lucran con el hambre y el techo. Son los que crecen sobre los cadáveres y la sangre, flor de parca.
Surge una pandemia, millones de personas en el mundo entero enferman y empiezan a morir, se sabe que morirán solas y aterradas. En la mente de la inmensa mayoría crecen dos sentimientos humanos, comprensibles, básicos: el miedo y la compasión. Ah, pero existe un puñado de miserables que, ante el dolor y la muerte de sus congéneres lo primero que piensan es en el dinero. En ganar dinero con eso, precisamente con eso. Lo primero que piensan es en cómo convertir el miedo, la enfermedad, el dolor y la muerte del resto en riqueza propia. Sus cabezas me resultan absolutamente incomprensibles, pero sobre todo me producen una repugnancia sin límites. Gritaría de rabia contra ellas, contra ello