Pocas elecciones en España están tan pendientes del voto migrante como las autonómicas de Galicia, donde más del 17 % de los censados viven en el exterior, por lo que la campaña también se sigue con atención en un lugar como Suiza, el país europeo con la mayor comunidad gallega.
El país, al que decenas de miles de gallegos comenzaron a llegar desde los años 50 del siglo pasado y lo siguen haciendo en la actualidad, es la residencia de unos 41.000 de estos migrantes, de los que 34.000 están llamados a votar, un número sólo superado al otro lado del Atlántico, en Brasil, Argentina, Uruguay y Cuba.
Las elecciones son motivo de conversación estos días en las decenas de bares y centros gallegos que hay en las más importantes ciudades de Suiza, como As Xeitosiñas de Zúrich, A Roda de Lausana o la Irmandade Galega na Suiza de Ginebra, que llevan décadas difundiendo la cultura de Galicia en el país centroeuropeo.
La asociación ginebrina, que recientemente cumplió medio siglo de historia, ejemplifica a la perfección este tipo de organizaciones de lo que la Xunta de Galicia denomina la "galleguidade", el conjunto de iniciativas que en todo el mundo mantienen viva la llama de la cultura autóctona entre los migrantes, sus hijos y nietos.
"Hemos tenido momentos mejores, otros peores, pero aquí seguimos a flote, 50 años después y con muchas ganas, adaptándonos a las nuevas generaciones, a la nueva emigración, e intentando ser activos también a través de las redes sociales", cuenta a EFE su presidenta, Noemí Figuerola, quien ya nació en Suiza de padres gallegos.
Un rincón para sentirse en Galicia
La sede de la asociación se encuentra en Onex, un barrio obrero de las afueras de Ginebra, y a ella por las tardes se acercan los más fieles para jugar a las cartas mientras se toman una Estrella Galicia o echan una partida al futbolín, que como todo gallego presume fue inventado por su paisano Alejandro Finisterre.