El autor plantea que esta ofensiva mediática busca colocar en el subconsciente colectivo un grupo de “verdades” que ayuden a entender los acontecimientos en curso desde una visión favorable a “Israel”.
La Franja de Gaza y los territorios palestinos ocupados están siendo en estos días objeto de dos grandes ofensivas: el asalto de las denominadas Fuerzas de Defensa de “Israel” (FDI) en contra de la Franja y el hostigamiento en Cisjordania y la ofensiva mediática de los grandes medios de comunicación occidentales, coaligados con las potencias que apoyan al estado de “Israel”.
Esta ofensiva mediática busca colocar en el subconsciente colectivo un grupo de “verdades” que ayuden a entender los acontecimientos en curso desde una visión favorable a “Israel”. Ante este cerco de lecturas y sentidos, conviene someter a cuestionamientos algunos de los relatos o visiones fundamentales impuestos por estos grandes medios.
Hamas y la resistencia palestina son terroristas
Lo ocurrido el pasado 7 de octubre solo gana sentido visto en una perspectiva histórica. En una conferencia pronunciada el 19 de octubre de este año en la Universidad de Berkeley, el importante historiador israelí antisionista Ilan Pappé explicaba:“El pueblo palestino está inmerso en una lucha por la liberación probablemente desde 1929. Es una lucha contra sus colonizadores y, como toda lucha anticolonial, tiene sus altibajos, sus momentos de gloria y sus difíciles momentos de violencia. La descolonización no es un proceso farmacéutico y estéril, es un asunto desordenado. Y cuanto más duren el colonialismo y la opresión, más probable será que el estallido sea violento y desesperado en muchísimos sentidos.”(1)
La única forma de entender entonces la naturaleza de la lucha que lleva a cabo la resistencia palestina, incluyendo sus excesos, pasa por entender la historia de décadas de despojo y asesinato sostenido en contra del pueblo palestino. Asesinato y despojo cometidos a plena vista de la comunidad internacional, con el apoyo de los principales poderes de Occidente y ante la incapacidad de los organismos multilaterales de hacer absolutamente nada por detenerlo.
Y agravado por la situación que desde hace 16 años vive la Franja de Gaza en particular, cercada por todas partes y donde las fuerzas de ocupación israelíes deciden hasta la cantidad de calorías que entran cada día por los escasos puntos de acceso. Una zona donde se hacinan más de dos millones de personas, periódicamente bombardeados y donde “Israel” se ha ocupado progresivamente de destruir toda la infraestructura básica que garantizaba un mínimo de habitabilidad en el enclave.
La brutalidad de las acciones palestinas del 7 de octubre, sobredimensionadas y falseadas también por los medios hegemónicos, es en primer lugar la reacción de un pueblo que reivindica, en la lucha, su derecho a defenderse. Sus excesos son el resultado del brutal e impune hostigamiento al que los han sometido por décadas y no son nada al lado de lo que “Israel” ha perpetrado durante 75 años, sin que ninguna de las frágiles morales que hoy se estremecen con las acciones palestinas, se diera siquiera por enterada.
Caracterizar como terroristas a los movimientos palestinos permite reducirlos a un estereotipo que Occidente ha manejado ampliamente, sobre todo desde los atentados en Nueva York en 2001. Es una definición porosa que subsume y unifica, en última instancia, a todas las fuerzas políticas que enfrentan a la hegemonía occidental en Medio Oriente. Es además una categoría inútil para el análisis. Impide comprender la complejidad de procesos como el palestino donde confluyen muchas fuerzas políticas, unificadas bajo una agenda común, que siguiendo lo postulado por Ilán Pappé, pudiéramos denominar como de lucha anticolonial.
El poder militar de Hamas o una guerra entre poderes equivalentes
En constantes reportajes de medios de comunicación, directas en redes sociales o canales de Youtube, artículos de periódicos o sitios digitales, se hace hincapié en el supuesto poderío militar de Hamas. Poderío que descansa, según este relato, en los abundantes recursos que Irán y Hizbullah le han facilitado, en una amplia red de túneles situada bajo el enclave de Gaza y una milicia operativa de decenas de miles de combatientes, decididos a darlo todo por la causa.
Más allá del grado de verdad o especulación que haya sobre el poderío de Hamas, el objetivo de este relato mediático es crear la percepción en la audiencia de que estamos ante un enfrentamiento de fuerzas prácticamente equivalentes. O sea, “Israel” debe golpear con todas sus fuerza en Gaza si no quiere ser derrotado en los feroces combates urbanos en contra de las milicias de Hamas.
Es una narrativa que justifica y exonera de antemano cualquier curso de acción israelí. No solo son las víctimas agredidas, sino que además deben dar lo mejor de sí si quieren sobrevivir y vencer. Se presenta a Hamas como el “gran enemigo” (obviando de paso a todos los otros grupos palestinos que participaron en las acciones del día 7) y se quiere presentar a un grupo que, en el mejor de los casos, posee algunas capacidades coheteriles de rango medio perfeccionadas y armas de lucha irregular como un poder similar al de la potencia israelí, con miles de tanques Merkhava, cientos de miles de soldados altamente entrenados y equipados, servicios de inteligencia grandes y brutales y alrededor de 300 armas nucleares, como reconociera hace poco el expresidente estadounidense Jimmy Carter. (2)
Es una comparación ingenua, pero en una agenda mediática que apuesta por la intoxicación de sus audiencias, se aplica el viejo adagio atribuido al Ministro de Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.”
“Tanto “Israel” como Palestina han cometido crímenes de guerra”
Uno de los papeles más lamentables en este conflicto lo han desempeñado, sin dudas, los organismos multilaterales. Es el caso de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, cuya sede de Nueva York se conmocionó hace poco con la renuncia de un alto funcionario, Craig Mokhiberg, quien en una extensa carta pública denunció la ineficiencia y doble estándar con que se ha medido siempre la actuación de Israel en relación con los palestinos. (3)
Finalmente el Alto Comisionado Volker Türk viajó al cruce de Rafah a constatar lo que ocurría en el terreno. Las declaraciones que hizo, compartidas este 8 de noviembre por el sitio de noticias de las Naciones Unidas, comenzaban por afirmar que ambas partes había cometido crímenes de guerra. (4)
Luego de presentar como equivalentes las acciones de Hamas y las de las FDI, el Alto Comisionado sentenció: “hemos caído en un precipicio y esto no puede continuar.” Para concluir con un llamamiento al alto al fuego entre las partes.
Por su parte el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, declaró este miércoles 8 de noviembre que el número de civiles muertos en Gaza demuestra que “algo está claramente mal en las operaciones de “Israel” contra Hamas.”(5) Como si fuera posible bombardear ferozmente un enclave de apenas 365 km cuadrados, donde viven hacinadas más de dos millones de personas, y donde el ejército israelí había lanzado, hasta el 1ro de noviembre, más de 18 mil toneladas de explosivos, el equivalente a 1,5 veces la bomba que devastó la ciudad de Hiroshima (6) sin causar considerables víctimas civiles.
Al igual que apuntábamos anteriormente, la equiparación en este caso falsea la situación. Se equiparan a una serie de grupos irregulares que luchan en representación de un pueblo sin Estado, con un estado moderno que actúa como una maquinaria genocida. Se pretende comparar el ataque del 7 de octubre (aceptando incluso que sea verdad una buena parte de todo lo que se le atribuye a Hamas y a otros grupos por parte de la propaganda israelí y proisraelí) con un genocidio sostenido durante décadas como política de estado por la “única democracia del Medio Oriente”.
La hipócrita neutralidad de los organismos internacionales movería al cinismo y la ironía si no fuera la evidencia de un acto terrible al que asistimos impotentes: la ONU y otros organismos nacidos para evitar que se repitieran el genocidio y la barbarie después de la experiencia de la II Guerra Mundial, miran impotentes lo que ocurre. Y, con una brutal dialéctica, vemos como los que ejecutan ese genocidio, los que dan las órdenes o llevan el mando de las terribles máquinas de muerte, son descendientes directos o indirectos de los sobrevivientes al horror de Auschwitz, Treblinka, Belzec, Dachau.
Antes de que los palestinos rindan cuentas por sus excesos, debe rendirlos la máquina de muerte que durante 75 años los ha expoliado y asesinado. Establecer una equivalencia es lo mismo que afirmar que los indígenas latinoamericanos deben pedirle disculpas a España y rendir cuentas por los crímenes de guerra, al mismo tiempo, o tal vez antes de que lo haga la vieja metrópoli. La víctima y el victimario parecieran estar a un mismo nivel, para los representantes de algunos organismos internacionales.
Antisionismo es igual a antisemitismo
Una parte importante de la propaganda desplegada en estos días pretende homologar las críticas al estado sionista de “Israel” con el antisemitismo. Aunque pareciera fácil de desmontar, lo cierto es que ya hemos visto gobiernos e incluso estructuras internacionales como el Comité Olímpico Internacional actuar bajo esta premisa, castigando a todo el que critique las acciones de “Israel” como si cometiera un crimen de odio.
El sionismo es una ideología que surge en el siglo XIX como respuesta a los diversos nacionalismos que emergían en esa etapa de consolidación de los estados nación europeos. En el seno del sionismo confluían muchas corrientes distintas, incluyendo la perspectiva socialista. Sin embargo, la barbarie del holocausto acabó determinando que se impusiera la versión más violenta y ferozmente nacionalista, que acabó corporizándose finalmente en el estado de Israel y sus políticas coloniales y genocidas hacia los palestinos.
El judaísmo como cultura y religión es anterior al surgimiento del sionismo y se entrelaza con milenios de historia humana en la cuenca del Mediterráneo y luego en América, Asia y otras realidades. Estar en contra de las políticas genocidas de “Israel”, incluso en contra de la propia existencia de esa configuración estatal sionista no hace a alguien antisemita.
En una charla reciente el famoso periodista israelí Gideon Levy definía a su juicio las tres causas fundamentales que sustentan la actitud de “Israel” en la actualidad: la mayoría de los israelíes creen profundamente que son el pueblo escogido, los ocupantes israelíes se presentan a sí mismos y se ven como las víctimas y la deshumanización sistemática de los palestinos, que permite a los israelíes vivir en paz con todo lo que pasa. (7)
Es preciso romper la ilusión que sustenta esta barbarie y el relato mediático que la acompaña. Cuando millares de niños mueren ante nuestros ojos, cuando las bombas destruyen familias completas, casas y la violencia organizada y sistemática ejercida por un estado impune priva a los supervivientes incluso de lo más esencial, todos tenemos la responsabilidad de alzar nuestras voces. Permanecer indiferente hoy es ser cómplice de genocidio.