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El 'chemsex' dispara las infecciones de transmisión sexual: «Empiezas el viernes y terminas el domingo»

-Artículo de  LA VOZ de GALICIA 


Los médicos están en alerta por las fiestas de droga y sexo sin protección con múltiples participantes; dos usuarios explican cómo son y las secuelas que dejan, también mentales

26 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo empieza con un mensaje. «Chill. Estamos cuatro», se lee en el perfil de alguien en una aplicación de contactos para hombres homosexuales, o en grupo de Telegram o de WhatsApp. Es una invitación. Chill, o guarrichill, es como se refieren los usuarios a las sesiones de chemsex, que son fiestas sexuales donde se consumen varios tipos de drogas, en las que suele haber varios —a veces muchos— participantes y que pueden durar días. Este fenómeno preocupa cada vez más a los médicos porque es una de las causas de la explosión de las infecciones de transmisión sexual (ITS), que experimentan un constante crecimiento en los últimos años, que se ha hecho más acusado desde la pandemia.

«Empiezas un viernes y terminas a las tres de la madrugada del lunes; a las siete te tienes que levantar (por decir algo) para ir trabajar», detalla L., un profesor de instituto de 40 años con VIH que ha ido a muchas de estas sesiones en Vigo y ha tenido que dar clase unas horas después. Hace siete años le detectaron el virus. Vivía en otro país y era muy cuidadoso en el uso del preservativo. Hasta que se relajó. «Confié en otra persona», admite.«Empiezas un viernes y terminas a las tres de la madrugada del lunes; a las siete te tienes que levantar (por decir algo) para ir trabajar», detalla L., un profesor de instituto de 40 años con VIH que ha ido a muchas de estas sesiones en Vigo y ha tenido que dar clase unas horas después. Hace siete años le detectaron el virus. Vivía en otro país y era muy cuidadoso en el uso del preservativo. Hasta que se relajó. «Confié en otra persona», admite.«Empiezas un viernes y terminas a las tres de la madrugada del lunes; a las siete te tienes que levantar (por decir algo) para ir trabajar», detalla L., un profesor de instituto de 40 años con VIH que ha ido a muchas de estas sesiones en Vigo y ha tenido que dar clase unas horas después. Hace siete años le detectaron el virus. Vivía en otro país y era muy cuidadoso en el uso del preservativo. Hasta que se relajó. «Confié en otra persona», admite.


A partir del positivo, comenzó a frecuentar sesiones de chemsex grupales. «Cuando te han diagnosticado positivo te despreocupas de cuidarte, porque no puedes contagiarte ni tampoco contagiar a otros», reflexiona. Esta infección es incurable, pero con el tratamiento adecuado se cronifica y se evita la posibilidad de transmitírsela a otros.

 partir del positivo, comenzó a frecuentar sesiones de chemsex grupales. «Cuando te han diagnosticado positivo te despreocupas de cuidarte, porque no puedes contagiarte ni tampoco contagiar a otros», reflexiona. Esta infección es incurable, pero con el tratamiento adecuado se cronifica y se evita la posibilidad de transmitírsela a otros.

En la consulta de ITS del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, el internista Antonio Ocampo explica que hasta el año 2019 los casos de VIH estaban bajando, pero desde la pandemia se ha notado un ligero aumento. En este 2023, hasta septiembre, el servicio de microbiología detectó 34 positivos, casi cuatro al mes. De ellos, diez personas no superaban los 30 años.

Pero hay mucho más que VIH. Todas las infecciones de transmisión sexual están creciendo. «La incidencia de la clamidia se ha multiplicado por seis desde el 2015, y la de la gonorrea, por diez», subraya el jefe de servicio de microbiología, Francisco Vasallo. Los datos oficiales del Sergas dicen que la incidencia de la gonorrea en el área sanitaria de Vigo duplica la de Santiago y la de A Coruña. Pero también están la sífilis, las hepatitis o el herpes. Y el virus del papiloma, el linfogranuloma venéreo o la tricomoniasis. O, por supuesto, la viruela del mono —ahora llamada oficialmente mpox—, que afectó sobre todo a hombres homosexuales en el brote del año pasado.«Hace dos años el chemsex era una anécdota; ahora ya no», dice Ocampo. El concepto mezcla las palabras inglesas para química (drogas) y sexo. Puede restringirse al ámbito de la pareja, pero suele aplicarse a fiestas grupales en las que nadie usa preservativo. «El resto de la gente sabe que tú eres positivo y lo asume, igual que tú asumes que otras personas también pueden serlo», constata L.En las fiestas hay de todo. Jovencitos. Mayores. Solteros. Casados con mujer e hijos. Pueden ser en hoteles y en pisos turísticos, pero normalmente se celebran en casa de alguno de los participantes. «Hay un grupo de personas de cuatro o cinco, que es fijo, y luego hay otros que van pasando en el fin de semana», explica L. Ha estado en chills con muchos participantes. No se atreve a decir cuántos. También ha reconocido unas cuantas caras en la sala de espera de la consulta del hospital.

«Se ha perdido el miedo al VIH porque la enfermedad ya no es mortal», observa Antonio Ocampo, «notamos un aumento del intercambio sexual y del número de parejas». En los años 80 y primeros 90, un diagnóstico de sida era una sentencia de muerte. En 1996 llegaron los tratamientos antirretrovirales y la infección dejó de ser mortal para hacerse crónica. En el 2007, la pastilla diaria y sin casi efectos adversos. Ahora el sida es solo una fase de la enfermedad, en la que el sistema inmunitario ya no puede más y otras dolencias graves entran al ataque. Pocos llegan a esa última fase. Los tratamientos son crónicos y su éxito en supervivencia también significa un incremento constante de la factura. España gasta más de 700 millones al año en antirretrovirales. El Chuvi tiene 1.700 pacientes controlados.

V., bailarín de 35 años, se contagió del VIH en un chill. Fue en Madrid, donde vivía. Durante un viaje a Asia empezó a sentir fuertes dolores de estómago. Al regresar a Vigo, a casa de sus padres, los dolores continuaban. El médico le dio el diagnóstico. «Justo antes de irme de viaje hice un guarri por mi cumpleaños», cuenta. Nadie había usado preservativo, como en todas las fiestas de chemsex a las que llevaba un año asistiendo con frecuencia. «La gente que hacemos esto sabemos a lo que vamos, jugué al bingo y me tocó», aclara.

El diagnóstico tampoco le asustó. Tener VIH, dice, no le ha condicionado en nada más que tomarse una pastilla al día. Funciona. Su carga viral es indetectable. Los médicos que tratan esta infección repiten una máxima: «Indetectable es intransmisible». Si la terapia farmacológica va bien, y suele ir bien, el paciente no contagia a otros, aunque mantenga relaciones sexuales desprotegidas. Si la deja, el virus reaparece.

«Aguantas por la droga»

No solo la enfermedad ha cambiado. También lo ha hecho el tipo de paciente. Ahora son muy pocos los que se infectan por compartir jeringuillas. Entre el 2019 y el 2021, dos de cada tres contagios en Galicia (el 63 %) se produjeron entre hombres que tienen sexo con hombres, según los datos del Sergas. La siguiente vía más frecuente, aunque a mucha distancia, es el sexo heterosexual. El virus no discrimina.Después del positivo, V. se cuidó mucho durante un mes. Después, siguió acudiendo a la llamada del chemsex, aunque asegura que evitaba las que duraban más de un día y las que tenían más de diez participantes.

Ahí se consume de todo. Lo principal es la mefedrona, pero hay más: cocaína, éxtasis, GHB, poppers. El etcétera es kilométrico. «Aguantas todo el fin de semana porque estás colocado. Paras un rato y vuelves a drogarte, es la gasolina que le pones al cuerpo», relata L. A ese cóctel es frecuente añadirle viagra, para contrarrestar los efectos de la droga.

«Cuando tomas esas sustancias todo se magnifica, la sensación, el placer, la música. Te sientes superguapo, disfrutas el triple. La relación personal es mucho más fácil», dice V., «todas las carencias y miedos que tienes sin esa sustancia ya no están».

Lo peor es la resaca emocional.

En el pasado, L. ya había estado en desintoxicación de las drogas durante tres años. Después recayó. En ese punto en el que su vida se volvió ingobernable, se apuntó a Narcóticos Anónimos, un grupo de recuperación en el que personas con adicciones tratan de ayudarse unas a otras para desengancharse. Siguen una metodología, conocida como los doce pasos. «Llevo 18 meses limpio», dice L. detrás de una taza con una infusión, la voz suave. Aliviado.