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Argentina. El idiota como estrategia gubernamental en tiempos extremistas: Bolsonaro y Milei

 


Un fenómeno reciente que ha llamado la atención de la opinión pública mundial es la aparición de una serie de políticos que interpretan personajes lo más extraños posibles, con posiciones políticas y sociales extremas y controvertidas, con un espíritu antiizquierdista, antiélites, anti minorías sociales e incluso un perfil antipolítico. El problema no es su emergencia en la escena política, pues han aparecido de vez en cuando durante décadas. Sin embargo, la gran novedad ahora es el inmenso apoyo de la población que han ido atrayendo, llegando incluso a ganar algunas elecciones.

Es de conocimiento general el surgimiento del político Jair Bolsonaro en Brasil, con un perfil supuestamente irrazonable, discursos sumamente controvertidos y un tono homofóbico, sexista y chauvinista. De manera convergente, pero con un contenido político diferente, en Argentina la figura de Javier Milei, con discursos quizás aún más polémicos en comparación con los de su homólogo brasileño y con propuestas calificadas de anarcoliberales, que supuestamente apuntan a transformar radicalmente la economía argentina. 

Ambos personajes políticos ya recibieron los adjetivos de ‘loco’ y ‘psicópata’ en el sentido común, o incluso por intelectuales brasileños que describieron así al ex capitán y ex presidente Bolsonaro (Birman, 2020; Dunker, 2021). Javier Milei incluso ganó el apodo de ‘El Loco’ por parte de algunos medios de comunicación. En nuestra producción académica siempre intentamos seguir el camino contrario y no calificar a personajes políticos como locos, así que no psicopatologizamos este ‘nuevo’ fenómeno político (Hur & Sandoval, 2020; Hur, 2021a), pues lo consideramos que hace parte de una estrategia gubernamental para persuadir el comportamiento electoral. Pero es un hecho que, aunque objetivamente no estén locos o irracionales, estos personajes desempeñan este papel. Y si realmente son locos o psicópatas, estos rasgos de comportamiento encajan como un guante con el personaje político que dramatizan, que sin lugar a dudas es el papel del Idiota.

Hemos llegado así a este momento singular y peculiar en la historia de la humanidad, dónde la persona elegida democráticamente para gestionar, gobernar, una determinada sociedad, un país, no es el individuo más inteligente, competente y ético, el mejor “líder”, como la idealización del rey filósofo de la República de Platón, o las consultorías de Recursos Humanos gustan de vender. Sino el Idiota, el que pronuncia discursos irrazonables y a menudo prejuiciosos sobre una amplia gama de temas, faltando así el respeto a los demás y al propio debate político democrático. Así que no elegimos para que nos gobierne el “espécimen” más ejemplar, sino el más grotesco.

En este sentido, el objetivo de este capítulo es discutir cómo se actualiza la figura del Idiota como nueva estrategia política de gubernamentalidad populista, tomando como ejemplos los casos brasileño y argentino.

El método utilizado fue la revisión bibliográfica de algunas obras que proponen al idiota como sujeto revolucionario. En esta línea destacan los enunciados desarrollados por Gilles Deleuze, Phillippe Mengué y Byung-Chul Han. Luego de este estudio, articulamos estas afirmaciones con lo que analizamos actualmente en la política institucional sudamericana, con el surgimiento de estos dos personajes emblemáticos: Jair Bolsonaro y Javier Milei. Mapeamos algunos de sus discursos y ‘propuestas’ publicadas en los principales medios de comunicación para reflexionar cómo la figura del Idiota es paradigmática de los tiempos actuales. Cabe mencionar que anteriormente la figura del Idiota era imaginada como una propuesta posiblemente de izquierdas, que introduciría una dosis de parodia y subversión en el escenario político. Entonces, nuestra pregunta estructurante es: ¿por qué fue efectivamente implementada por la extrema derecha y no por la izquierda política?

Bartleby y el idiota como sujeto revolucionario

Posiblemente uno de los referentes filosóficos para que la figura del Idiota sea tomada como un personaje político conceptual esté en la reflexión del filósofo francés Gilles Deleuze sobre el personaje Bartleby de Herman Melville. Allí, Deleuze (1993) no ve a Bartleby como un sujeto político revolucionario, sino que exalta su “fórmula”, Yo preferiría no hacerlo (I would prefer not to), como una afirmación que desorganiza ciertos contextos y situaciones sociales. Su jefe le pide algo diferente y Bartleby responde que preferiría no hacerlo. Tu jefe le pide que cambies de espacio y recibe la respuesta que preferiría no hacerlo. Deleuze (1993) ve en la acción de este personaje, que ni rechaza ni acepta la orden del jefe, una cierta torsión de la lengua. Con su habla no involucrada “(…) labra una zona de indiscernibilidad, de indeterminación, que nunca deja de crecer entre algunas actividades no preferidas y una actividad preferible” (p. 83). Con la fórmula preferiría no hacerlo, Bartleby establece una zona de vacío, “(…) una zona de indeterminación que hace que las palabras ya no sean distinguibles, produce un vacío en el lenguaje” (p.85). Se trata de una fórmula que, para Deleuze (1993), “desarticula todo acto de habla” (p. 85), destituyendo a las relaciones de fuerzas establecidas y colocando a Bartleby en un cierto régimen de exclusión.

En este sentido, lo que seduce a Deleuze en la fórmula de Bartleby es que establece regímenes de cortocircuito en los ensamblajes sociales. Pero no a través de una acción violenta y contundente, sino provocando estas situaciones de vacío, vividas con extrañeza e indistinción y emitidas por una persona sin referentes y sin cualidades. Bartleby no ocupa el papel protagonista y viril de un héroe en una narrativa tradicional, sino al contrario, un personaje casi invisible atrapado en su mediocridad. Él es cualquiera, aparentemente dirigido por una máquina celibataria (Deleuze, 1993), que a través de su mutismo, o de su ritornelo casi autista, produce zonas de incomunicabilidad que pueden generar perturbaciones en los sistemas establecidos.

Sin embargo, al final de su texto, Deleuze (1993), sin mayores explicaciones, aporta a Bartleby un papel emblemático y visionario, que posiblemente le llevó a ser revisitado posteriormente como un actor político, con rasgos incluso revolucionarios. “Vocación esquizofrénica: incluso catatónico y anoréxico, Bartleby no es el enfermo, sino el médico de una América enferma, el Medicine-man, el nuevo Cristo o el hermano de todos nosotros” (p. 103). Por lo tanto, no se trata simplemente de un enfermo, un loco o un mero idiota, sino alguien que podría aportar la ‘cur’, o incluso la ‘salvación’, desde un punto de vista clínico e incluso religioso.  Consideramos que esta cita no sería condición suficiente para transformar a Bartleby en un sujeto político, o en un emblema de algún tipo de resistencia a los agenciamientos de poder en los que estamos insertos. Pero en un diálogo entre Deleuze (1990) y el pensador italiano Antonio Negri, se revisa este mecanismo de la fórmula de disrupción de Bartleby, aunque no se nombra. Al reflexionar sobre posibles líneas de escape de la sociedad de control, el filósofo francés afirma:

Pero esto no dependería de que las minorías retomaran la palabra. Quizás el habla, la comunicación, esté podrida. Están enteramente penetrados por el dinero: no por accidente, sino por naturaleza. Se necesita un desvío del habla. Crear siempre ha sido algo diferente a comunicar. Lo importante puede ser crear vacuolas de no comunicación, interruptores, para escapar del control (p. 217).

La articulación entre la fórmula de Bartleby y esta cita para la instauración de zonas de incomunicabilidad y disrupción como escape al control fue lo que llevó a algunos autores, como Philippe Mengué, uno de los comentaristas de la obra de Deleuze, a situar a Bartleby como emblema de la resistencia política. 

Mengué (2013a), un pensador liberal, sostiene que una forma de acción política de resistencia en la contemporaneidad sería dramatizar a Bartleby, es decir, faire l’idiot. En su enunciado, el Idiota se convierte en el personaje conceptual que alude a la resistencia política. Hacerse el idiota conduce al establecimiento de cortocircuitos, de modos de comunicación que no comunican, pero que crean líneas de disrupción en el diagrama social y político. Mengué (2013b) postula una suerte de programa político:

La respuesta está en el idiota, ya sea en la idea de que sólo podemos seguir una política de indeterminación como condición no causal, capaz de dar posibilidades al acontecimiento (violento, desorganizador) y a lo inesperado (no decidible, programable). Es en la nada o en la indeterminación donde el control falla, encalla, se vuelve impotente; en esta situación, se crea un espacio de apertura hacia un posible acontecimiento (Mengué, 2013b, p. 32).

La utopía política de Mengué se refiere a crear zonas de incomunicabilidad donde existan redes de comunicación. Estableciendo ruidos, vacíos, no sentidos, que pueden derivar en fisuras que abren espacio a acontecimientos y nuevas líneas. Defiende así un programa donde la resistencia política es una vía de escape, donde una máquina célibe genera zonas de desacuerdo e incomprensión. Por otro lado, entendemos que esta propuesta parece más cercana a trazar líneas más individualistas que colectivistas.

El coreano Byung-Chul Han (2014) también se apropia de la afirmación del idiota como sujeto político. Sin embargo, no sólo por las zonas de confusión que crea, sino principalmente por las disonancias e inconformidades que trae: “el idiota como hereje es una figura de la resistencia contra la violencia del consenso. Salva la magia del marginado. Frente a la creciente coacción a la conformidad sería hoy más urgente que nunca agudizar la conciencia herética” (p. 122, citado por Hernández, 2023, p. 59).

Esto demuestra la defensa del surgimiento del idiota como sujeto revolucionario, que es quien instaura la diferencia ante el consenso de la mayoría, quien porta el élan de quien está en la margen. Por eso, frente a la hegemonía de la masificación y el conformismo, es necesario discrepar, instaurar el sinsentido en el orden, el caos en el Estado y en el sentido común. Posiblemente uno de los precursores de la idea del Idiota como sujeto político revolucionario no sea ni Mengué, ni Han, sino Lars Von Trier (1998), quien en la película Los idiotas, que es uno de los emblemas del Dogma 95, dramatiza un colectivo de personas que actualiza estos mismos movimientos de disrupción y ruido en la comunicación en diferentes espacios sociales. Y es interesante que cuando se lanza el desafío de implementar este programa como proyecto político, el liderazgo microfascista estalla.

En convergencia con esta perspectiva, pero siguiendo otras líneas, surgió una figura que personificó al Idiota en la macropolítica francesa. El comediante Coluche se postuló para presidente de Francia a principios de los años 1980 y contó con el apoyo de varios intelectuales, como Gilles Deleuze y Félix Guattari. Lanzar al payaso Coluche como candidato presidencial, más que apostar por una posibilidad real de victoria electoral, expresó una forma de criticar el status quo político. Para Guattari (1986), Coluche simbolizó el tema del rechazo, donde utilizó un lenguaje popular más cercano a los votantes. Su campaña electoral generó una parodia, una crítica social, “(…) en la que la risa y el humor se volvieron más peligrosos que una insurrección popular” (Guattari, 1986, p. 35). De esta manera, fue perseguido y amenazado por el poder establecido, por lo que Coluche acabó retirando su candidatura, pero se convirtió en una especie de referente.

El idiota como político en Brasil y Argentina

Brasil y Argentina, países que se emanciparon hace pocas décadas de los años de dictadura militar, tienen muchas similitudes, además de diferencias. Son parte de los países más ricos de América Latina, pero incluso con su inmensa proximidad geográfica, historia de colonización ibérica e intenso turismo entre los dos países, presentan muchas heterogeneidades culturales y sociales.

La figura del Idiota ha aparecido varias veces en el escenario macropolítico de estos dos países, pero con mayor impacto hoy. Sin embargo, no en la izquierda política, sino en la derecha. Quizás la izquierda política, por su aguda seriedad, y quizás por una importante dosis de narcisismo, no se permitió utilizar esta fórmula bartlebiana como forma de captar votos y aumentar el alcance de difusión de sus propios contenidos programáticos.

En Brasil, tal vez no como estrategia gubernamental para el mercado y las corporaciones empresariales, sino más bien como oportunidad de empleo individual y oportunismo de un partido político, tuvimos el lanzamiento de la candidatura de un conocido payaso cómico llamado Tiririca. Antes de lanzarse como candidato, se vio envuelto en una polémica que involucraba racismo y sexismo en una canción llamada “Veja os cabelos dela” (Mira los cabellos de ella). Aunque es hijo de madre negra, graba una canción que menosprecia el cabello y el olor de una mujer negra (Fichsmann, 1999). A continuación citamos la letra de la canción ya traducida al castellano.

Mira, mira, mira su cabello. Parece fibra metálica para pulir la cacerola. Cuando pasa me llama la atención, no hay nada que hacer por sus cabellos. Apesta tanto que casi me desmayo, mira yo no aguanto su horrible olor… Mira, mira, mira los cabellos de ella. Parecen fibras metálicas para pulir la cacerola. Ya la mandé a bañarse, pero ella es terca y no quiere escuchar. Esa negra apesta, apesta mucho, como bicho hediondo, oloroso más que un zorrillo (citado por Fichsmann, 1999, p. 420).

La letra de esta canción es muy impactante por el grado de racismo explícito. En su momento, obviamente, esta canción generó mucha polémica, algunos la criticaban, pero muchos la defendían. Sin embargo, como pasa con muchas manifestaciones racistas en los principales medios de comunicación, muchos afirmaron que era sólo una pieza humorística y que supuestamente a los afrobrasileños no les molestaba la letra. E incluso algunos columnistas de importantes diarios que lo criticaron se mostraron en contra de su prohibición (Fichsmann, 1999), donde esta manifestación de racismo no fue castigada, y por el contrario, generó más visibilidad mediática para Tiririca.

Posteriormente, con su vida artística en decadencia, decidió postularse como candidato político a diputado federal. Exploró su figura de payaso, de idiota, pero no de forma crítica ni cuestionadora como lo hizo Coluche 30 años antes. Y obviamente no lanzó una plataforma política programática. Algunos de sus lemas más conocidos fueron: “No hay como empeorar, vota por Tiririca” y “¿Sabes lo que hace un diputado federal? Yo tampoco lo sé, vota por mí y te lo cuento”. En su primera elección, en 2010, fue el diputado federal con más votos del país y en 2014 fue el segundo. Ahora, en las elecciones de 2022, alejado de los focos mediáticos, fue uno de los diputados federales electos menos votado. Por otro lado, el más votado en 2022 fue Nikolas Ferreira, de Minas Gerais, que tiene una retórica agresiva de extrema derecha, homofóbica y está en buena sintonía con los jóvenes y adolescentes.

A continuación comentamos algunas características de dos políticos que performatizaron el papel de Idiota y que tuvieron un gran éxito electoral en Sudamérica: Bolsonaro, como es conocido, fue elegido presidente de Brasil en 2018. Milei, en Argentina, viene liderando las encuestas de intenciones de voto. Aunque tengan contenidos discursivos diferentes, pretendemos mostrar que utilizan mecanismos psicopolíticos y publicitarios similares para captar la atención del público y ganar su voto. Utilizan explícitamente la figura del Idiota, o de hacerse de Idiota. Vale la pena destacar que este rol del Idiota no es el único mecanismo de sus estrategias de marketing, y que está vinculado a varias otras dimensiones de la tecnología populista. De esta manera, discutimos sus estrategias de gobierno basadas en seis puntos: la superación de la crisis como una lógica imaginaria colectiva; la producción de un pueblo común; la instauración  del antagonismo con las élites; la negación de lo real; el uso imágenes de pensamiento capturantes; y el lugar determinante de los afectos, en el caso, del humor despectivo.

La primera dimensión que abordamos en su estrategia electoral es la idea de superar la crisis como lógica imaginaria colectiva. Este discurso de superación, de ruptura, de cambio, está presente en toda estrategia populista, pues su propósito es superar la crisis que estamos viviendo, ya sea económica o psicosocial. Debemos recordar que el extremismo político y el populismo tienen como suelo fértil los contextos de crisis (Dorna, 2003). Como resultado de la crisis, el ideal de cambio y trascendencia se convierte en un deseo compartido por la población (Hur, 2021b), aunque no esté claro qué cambio se producirá. La narrativa construida es que si hay crisis es culpa del status quo, de las élites sociales y políticas que gobiernan el Estado. De modo que ambos apuestan por el discurso de la ruptura y el cambio como estrategia electoral. Mientras performan el papel de Idiota, de loco, son aún más radicales en sus críticas, con declaraciones que atacan incluso el decoro y el respeto a la vida humana. Bolsonaro (1999) incluso defendió un golpe de Estado donde serían asesinadas 30.000 personas, incluido el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que gobernaba el país en ese momento. Su discurso de ruptura utiliza la retórica militarista, por ser un ex soldado, y todos los recursos que hacen referencia a la fuerza directa. Así, en ese ideal de trascendencia, llamó al cierre de las instituciones democráticas tradicionales, como el Supremo Tribunal Federal (STF). El golpe de Estado a través de los militares siempre fue un elemento de su narrativa que rodeó a su gobierno. Por tanto, no sorprende que los bolsonaristas llevaron a cabo la invasión y depredación de la ‘Praça dos Três Poderes’ poco después del final de su mandato.

Milei no tiene antecedentes militares, utiliza otro elemento que forma parte de su biografía, el hecho de que es economista. Por lo tanto, su narrativa está estructurada en una retórica neoliberal, o más bien ultraliberal. Utiliza otro significante para singularizarse: anarcoliberal. Su ruptura social y política no llegará a través del poder de las armas, a través de una Institución estatal tradicional (las Fuerzas Armadas), sino a través de una revolución económica. Esta transformación supuestamente llegará a través del entierro de la moneda local, en este caso, el fin del peso argentino y la dolarización de la economía, donde una de las propuestas más debatidas por la población es la dolarización del peso argentino. Y por supuesto, esta dolarización vendría acompañada del cierre de otra institución pública importante, no el STF, sino el Banco Central argentino. La ruptura defendida es tal que Milei defiende la privatización de casi todos los equipos y organismos del Estado, como salud, educación, el cierre del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), etc. Para él, los flujos neoliberales establecerían los caminos hacia otra Argentina. Sin embargo, ya sea por las fuerzas de las armas o por las fuerzas de decodificación proporcionadas por los libres flujos de capital, lo que ambos personajes plantean son los caminos posibles para el cambio, para la creación de líneas de escape para el estado actual de las cosas, para la crisis en que se vive. Estas propuestas comienzan a ser vistas como concretas por una parte de la población, lo que se traduce en un aumento del apoyo a estos candidatos. Y destacamos que la actuación de la figura del Idiota es importante para el discurso de ruptura, pues así puede ser más incisivo y radical en su crítica, rompiendo los límites de la compatibilidad social.

La segunda dimensión abordada es la producción de un pueblo común. En las estrategias populistas es fundamental la constitución de un grupo, de un interno, de fronteras grupales que establezcan un pueblo singular; un pueblo común. Ernesto Laclau (2005) nos enseña que para esta producción de un pueblo es necesario integrar heterogeneidades a través de una cadena de equivalencias que articula significantes tanto vacíos como flotantes (Hur, 2021b). En este caso, el nacionalismo es un buen significante vacío que logra integrar una pluralidad de características, al igual que el significante de libertad. En este caso, lo que se pretende es la constitución de una “envoltura psíquica” común (Anzieu, 1993), que proporcione la constitución de límites para un cuerpo colectivo común.

Las campañas políticas de Bolsonaro y Milei trabajan efectivamente en la producción de las fronteras de este grupo. El político brasileño apela a la religión y al nacionalismo bajo el lema “Brasil sobre todo, Dios sobre todos”. Se posiciona como el representante del cambio, teniendo tanto la fuerza para llevarlo a cabo (ya que es exmilitar) como la fe mesiánica en conducir a la trascendencia; casualmente tiene Messias como segundo nombre. También apela a esta figura del hombre del pueblo de forma caricaturesca, refiriéndose muchas veces a la figura del Idiota, por ejemplo en la famosa foto en la que está comiendo pollo asado y harina de forma un tanto sucia en una parada de autobús en Brasilia (Andrade, 2022).

A diferencia de Bolsonaro, el significante clave preferido de Milei no es la nación, sino la libertad. El argentino tiene como uno de sus lemas de campaña la frase “La Libertad avanza”. Imprime un programa no nacionalista, sino ultraderechista, defendiendo la privatización y la desregulación de todo, es decir, que las personas sean libres para hacer lo que quieran en sus vidas y con sus vidas, incluida la controvertida y absurda propuesta sobre una supuesta libertad para la venta de órganos. Milei también se posiciona como este hombre del pueblo, para alcanzar la identificación de la población a su figura. Y él actualiza rasgos de la figura del Idiota, rompiendo la imagen de político serio, discreto y de respeto que muchos cultivan. Por el contrario, aparece con el pelo despeinado, tiene un perfil rockero, es un gran fan de los Rolling Stones e incluso tocó en una banda de covers de la misma. Y en su juventud intentó ser portero de un equipo de fútbol. Es decir, muestra rasgos de una persona común y corriente, y no los de los políticos profesionales tradicionales. No está casado, no tiene hijos y vive con sus cinco perros clonados.

La tercera dimensión es la instauración del antagonismo con las élites. Como toda estrategia extremista y populista, se basa en la polarización social y política y la creación de un enemigo común. Operacionaliza una dicotomización entre endogrupo y exogrupo, canalizando todas las culpas por los percances vividos sobre este enemigo, en este caso l enemigo son las élites que históricamente gobiernan cada país. Inventar un enemigo es eficaz para organizar y movilizar al propio colectivo, ya que “revela” quién tiene la culpa de las vicisitudes enfrentadas, catalizando así la acción colectiva. La existencia de un enemigo palpable crea un chivo expiatorio (Pichon-Rivière, 1982) para el movimiento, donde se deposita el malestar y la culpa por el estado actual de las cosas. Las emociones de ira y enfado ante las injusticias sociales percibidas que experimentamos se canalizan hacia el enemigo (Hur, 2023). Bolsonaro llevó a cabo una campaña electoral basada en el discurso del antagonismo, utilizando también la figura de Idiota, para emitir discursos polémicos, por ejemplo la comparación que hizo de los quilombolas con el ganado. Así que siempre se creaban nuevos enemigos. Comenzó colocando como enemigos a la izquierda política, a las feministas y a las minorías sociales. Luego se produjo una condensación en la que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, del PSDB, también fue visto como un gobierno de izquierda, ignorando intencionalmente que fue la administración que implementó el proyecto neoliberal en el país. Durante su gobierno colocó como enemigos a China y a la Organización Mundial de la Salud, debido a la postura negacionista que adoptó ante la pandemia. Luego colocó a los gobernadores como enemigos, para consolidar su postura negacionista. Evidentemente enfrentó a los medios de comunicación, en algunos períodos con el Congreso y durante todo su gobierno con el STF.

Utilizando la misma estrategia populista, Milei también sitúa como enemigas a las élites políticas que gobiernan el país, en este caso el peronismo y el kirchnerismo. Tiene como aliado el contexto de la gran crisis económica que enfrenta Argentina y el ‘bonus’ de que el candidato político del peronismo sea el actual Ministro de Economía, Sérgio Massa, quien es la persona culpabilizada por la población debido a las altas tasas de inflación y pobreza que atraviesa el país. Además de no ser un político carismático, Massa se identifica con sectores de la derecha política del peronismo, lo que hizo que la militancia de izquierda argentina no se entusiasmara con realizar una gran campaña de masas en las calles, como ocurrió con la victoria electoral de la campaña del actual presidente de Colombia, y exguerrillero del M-19 (Movimiento Revolucionario 19 de Abril), Gustavo Petro. Milei, como cualquier otro ultraderechista, también sitúa como enemigo a toda la izquierda política. Incluso su candidato a vicepresidente quiso instaurar un día de recuerdo de las víctimas de la guerrilla armada en Argentina. En este caso, se pretendió realizar una inversión de la memoria histórica, en que parte de las 30.000 personas asesinadas y desaparecidas por la violencia del Estado durante el período de la dictadura militar argentina ya no serían las víctimas sino los culpables. Existe una retórica revanchista que busca culpar a las víctimas que lucharon contra la dictadura, o al menos crear confusión y redes de ruido en las narrativas establecidas. Ambos políticos, utilizando rasgos del rol de Idiota, se permiten ser más truculentos y críticos con los grupos que consideran enemigos. Llevan un discurso de ira, basado en el resentimiento y el nihilismo, contra la supuesta inoperancia o corrupción del sistema público, defendiendo su hiperprivatización, destruyendo así las instituciones sociales públicas.

El cuarto aspecto considerado es que en la construcción de sus narrativas se operacionaliza una negación de aspectos de lo real. Ambos políticos defienden ideas y prácticas que podemos calificar de “locas”, constituyendo su propia narrativa sobre el mundo, muchas veces basada en mentiras y fake news. En el caso de Bolsonaro, durante la pandemia de COVID-19, su interés era mantener en marcha los engranajes del neoliberalismo, que se acercaba mucho más al necroliberalismo (Hur, 2021a). Luego pronunció numerosos discursos y opiniones contra el confinamiento e incluso contra la vacuna de COVID-19. Minimizó el riesgo de la enfermedad, llamándola de pequeña gripe, negando intensamente el peligro de la enfermedad, que mató a más de 700.000 personas en Brasil. Sus mentiras y fake news difundidas constantemente en sus lives crearon otra burbuja de significados sociales imaginarios (Castoriadis, 1982) para sus seguidores.

Milei también se centra en la construcción de su narrativa singular y negacionista, y añade intencionalmente aspectos más aparentemente místicos e irreales. Se dice que suele tomar algunas decisiones basándose en lo que le dicen las cartas del tarot. También informa que uno de los perros que tenía falleció. Como eran muy cercanos, Milei dice que suele hablar con este perro, mismo muerto, a través de un médium. Y fue incluso en la conversación con un muerto que recibió consejos para ser candidato a presidente de Argentina (Fest, 2023). Por tanto, una decisión macropolítica importante vendría de sus delirios, de un misticismo, propio del personaje de Idiota. Evidentemente, la cuestión de los animales de compañía también puede provocar un aumento de la simpatía de segmentos de la población hacia su figura: pero más importante que esto es la creación de imágenes de pensamiento que tengan una intensa heurística de accesibilidad.

Así, la quinta dimensión de su estrategia política basada en la figura del Idiota es la utilización de imágenes del pensamiento capturantes. Utilizamos este término referenciado por la obra del filósofo Gilles Deleuze (1968), donde la imagen del pensamiento se refiere a las figuras estáticas, las imágenes que ocupan la conciencia y el imaginario social.

Algo que las campañas políticas exploran mucho son estas imágenes y símbolos que quedan fijados en el imaginario de la población, como los colores de la bandera del país, que la izquierda política rara vez logra manejar, incluso este segmento político muestra cierta dificultad para poder producir nuevos símbolos e imágenes, o como diría Castoriadis (1982), em instaurar nuevos significados imaginarios sociales. En este sentido, el equipo político de cada candidato busca utilizar imágenes de pensamiento “pegajosas”, que se adhieren y pueblan el imaginario social. Este fenómeno también es denominado por algunos autores como heurística de accesibilidad (Tverskis & Kahneman, 1973). Se refiere al fenómeno cognitivo en el que algunas imágenes de pensamiento, símbolos, discursos o incluso acontecimientos se fijan más que otros en el imaginario colectivo. De modo que ambos políticos utilizan y abusan de la heurística de accesibilidad, emitiendo intencionadamente una serie de absurdos, temas controvertidos y imágenes capturantes. Bolsonaro emitió una inmensa colección de estas imágenes que movilizaron e indignaron a la población, aumentando así su visibilidad en las redes sociales. Citamos solo uno de innumerables ejemplos, cuando el expresidente asocia el acto de recibir la vacuna de inmunización al COVID-19 y convertirse en cocodrilo (Uol, 2023): “En el contrato de Pfizer, está muy claro que nosotros (Pfizer) no somos responsables de los efectos secundarios. Si te conviertes en cocodrilo, ese es tu problema” (IstoÉ, 2020). Esta referencia fue tan absurda que fue conocida internacionalmente, siendo blanco de críticas y memes en todo el mundo. En este sentido, tanto opositores como partidarios de Bolsonaro publicaron este discurso en sus perfiles en las redes sociales, aumentando exponencialmente el número de referencias al expresidente en la web. De modo que incluso los críticos de Bolsonaro aumentan su publicidad, su audiencia, al criticar sus discursos e imágenes de pensamientos controvertidas. Hemos llegado a un momento de la era posmediática donde es más importante hablar de una persona concreta, que del juicio que es hecho de ella. Es decir, el objetivo es aumentar la exposición y la visibilidad en las redes sociales, aunque sea deplorado por parte significativa del público. Y la figura del Idiota es una estrategia muy eficaz para conseguirlo.

Milei también utiliza muy bien estos símbolos e imágenes de pensamiento. La figura de la dolarización del peso es muy fuerte, al igual que sus otras propuestas polémicas, como la venta de órganos que podría realizarse libremente a gusto del ciudadano-vendedor (La Nación, 2023). ¿Existe una propuesta más anarcoliberal sobre permitir la venta de los órganos del propio cuerpo? Así, este tema comienza a ser discutido en las calles, ya sea por parte de los votantes o de los críticos. Es como si fuera una trampa, una trampa cognitiva, una especie de agujero negro donde se quedan atrapados el pensamiento y la conciencia. Por mucho que estemos de acuerdo o en desacuerdo con determinadas propuestas, consideradas absurdas, seguimos discutiéndolas, ya sea por esperanza de cámbio (en el caso de los partidarios), o por repudio a la barbarie (en el caso de los críticos).

Javier Milei también explora su propia figura como imagen, símbolo cognitivo, capturante. Su pelo despeinado, su mirada alocada, que recuerda al personaje de Jack Nicholson, de la película ‘El resplandor’ (Kubrick, 1980), sus supuestos diálogos con su perro muerto, son elementos para que su figura se perpetúe en el imaginario social. Gane o no, ‘El Loco’ se ha convertido en el protagonista principal de las elecciones presidenciales de Argentina de 2023. Por tanto, consideramos que este es el principal triunfo de utilizar la figura del Idiota en la estrategia psicopolítica electoral. La fijación de un determinado candidato en el imaginario social mediante el uso de imágenes lo más absurdas posibles, lo que sin duda genera mayor publicidad, visibilidad en las redes sociales y posiblemente más votos. Incluso si no gana las elecciones, aumenta el capital político de su partido, o de su frente político, haciendo visibles a más parlamentarios de su partido.

El último aspecto que abordamos en la estrategia de ambos es el lugar determinante de los afectos. Anteriormente hemos discutido cómo los afectos ocupan un lugar central en la gubernamentalidad extremista y populista, especialmente los sentimientos de injusticia y la ira (Hur & Sandoval, 2020; Hur, 2021b). Pero en el caso de la estrategia del Idiota hay una sofisticación, no sólo se trabajan esos sentimientos considerados “negativos”, sino también el humor, pero una especie de humor despectivo.

En esta estrategia del Idiota se explora el humor y la risa, en la que uno se ríe de los demás e incluso de uno mismo, que es el paradigma del Idiota. Bolsonaro incluso hace numerosas alusiones a su sexualidad y la de los demás, haciendo muchas bromas sucias. Se desarrolla un humor despectivo, hacia la vida y hacia uno mismo, una especie de risa fatalista, una carcajada y una burla de lo que Martín-Baró (1998) llamaría una situación fatalista de la vida, que inexorablemente no se puede cambiar. Es como si el imaginario colectivo dijera: ‘Si no podemos cambiar, si no podemos salir de esta situación desesperada, al menos podemos reírnos de ella’. Se desarrolla así una especie de humor fatalista, donde la alegría y la ligereza no generan esta risa, sino más bien la burla, la humillación, lo que Deleuze (1981) llama “las alegrías del odio”. Por tanto, es una risa movilizada por el resentimiento, por fuerzas reactivas, por un nihilismo que marca el odio a la vida (Deleuze, 1962). Es esa misma risa de escarnio, de rencor, de humillación del otro que provocan series como Married with children y programas televisivos que exploran la tragedia del otro. El objetivo de estos programas es provocar la risa de otros que ‘logran estar en una situación incluso peor que la mía’.

De esta manera, tanto partidarios como críticos de Bolsonaro y Milei quedan capturados por este humor inconsecuente que emite el personaje del Idiota. Los partidarios los encuentran divertidos, los críticos los encuentran repugnantes. Los partidarios hacen juicios como: ‘Es espontáneo, honesto, impulsivo, nos representa’. ‘Habla lo que piensa, no miente como otros políticos’. Esto aumenta la identificación colectiva con este personaje, ampliando la posibilidad de votar en e´l, especialmente el voto de protesta y el voto de cansancio. Sus críticos se sorprenden ante tal descaro y pasan todo el día publicando sus críticas a estos candidatos en Twitter, Facebook e Instagram. Por tanto, entendemos que esta modalidad del humor fatalista del Idiota es un mecanismo de captura cognitiva donde quedamos en cierta manera hipnotizados, seducidos por él, en el que siempre buscamos saber cuál será la nueva polémica que emitirán estos políticos, por estos bufones de la corte, pero que contradictoriamente pasan a gestionar el Estado. El humor pasa a utilizarse como un mecanismo de ligación que deriva en diferentes tipos de movilizaciones, ya sea entre partidarios u opositores.

Consideraciones finales

En este ensayo buscamos discutir la figura del Idiota como un elemento más de la gubernamentalidad populista. Como la estrategia populista en general, es más eficaz en tiempos de crisis, ya sea económica o psicosocial. Destacamos que la estrategia del Idiota es uno de varios elementos de gubernamentalidad que influyen en el voto. Porque sabemos que el comportamiento electoral no está definido por una sola variable, sino por una conjunción de diferentes aspectos.

En este sentido, trabajamos primero con referentes teóricos que sitúan al Idiota como sujeto político de resistencia, como el análisis de Bartleby realizado por Deleuze (1993) y la idealización realizada por Mengué (2013a) quien ve el hacerse de Idiota como una práctica política significativa. Sin embargo, consideramos que se refiere más a una solución individual, que se trata de una acción más egoísta, que colectivista. A continuación, abordamos cómo esta estrategia del Idiota fue implementada magistralmente por la extrema derecha y no por la izquierda política. Desarrollamos seis dimensiones que tanto Bolsonaro como Milei exploran utilizando la figura del Idiota: el discurso de ruptura, la constitución de un pueblo, la constitución de un grupo de oposición, la negación de aspectos de lo real, la utilización de imágenes de pensamiento capturantes y el uso del humor despectivo y fatalista como forma de captar la atención del público.

Nuestro argumento central es que ni Bolsonaro ni Milei están locos, irracionales o idiotas, donde supuestamente serían espontáneos al expresar sus tonterías en los espacios públicos. Dramatizan este papel, incluso si presentan sus propias características personales en esta actuación. La estrategia del Idiota forma parte de la noopolítica actual, en la que se desarrollan prácticas y campañas que apuntan a alcanzar y gestionar políticas sobre el pensamiento y la captación de la atención de las personas (Lazzarato, 2006). Bolsonaro y Milei personifican la figura del Idiota como estrategia publicitaria electoral y gubernamental. Utilizando la estrategia del rol de Idiota, pueden criticar radicalmente a sus oponentes y ganar más visibilidad para sus figuras, consolidándose como el centro de las controversias y como protagonista en las elecciones.

La estrategia del Idiota es, por tanto, otra arma en el arsenal noopolítico, es decir, la política del pensamiento y de la atención. La población en las actuales estrategias de gubernamentalidad es tomada como un público que consumirá un determinado producto y actuará con determinadas acciones. En este sentido, las campañas políticas adoptan este modo de gestión molecular donde es importante captar la atención del público, de cualquier forma, aunque sea de la forma menos ética posible. Y la figura del Idiota consigue hacerlo con éxito, convirtiéndose así en el personaje conceptual revolucionario de la extrema derecha política. Ni Bartleby, ni Coluche, sino Bolsonaro y Milei, que utilizan las más variadas tácticas donde cuanto más grotescas mejor, cuanto más idiota mejor, para capturar la atención colectiva. Además de la captura del pensamiento, también puede funcionar como táctica de desinformación, como analizamos el discurso de Bolsonaro en otro trabajo (Hur, 2021a).

Discutir la estrategia electoral del Idiota no significa que el elector también se haya vuelto idiota. Más bien, sus pensamientos, afectos y elecciones son gestionados por diferentes campañas políticas para adherirse a este tipo de figura, ya sea con aceptación o rechazo. Evidentemente hay personas y grupos que pueden analizar los mecanismos de persuasión existentes, pero no es el caso de una parte importante de la población.

Y esto nos hace conjeturar si hoy tenemos un giro en el actor político-social en América Latina. Si en los años 1980 Martín-Baró discutía la existencia del latino indolente, fatalizado, alienado, en cierto modo impotente, como paradigma de ese período, ¿tenemos hoy otro actor social como paradigma del momento actual?

Hur y Sandoval (2020) hablan del surgimiento del “individuo excepcional” como el sujeto político que reemplazó al latino indolente, con características de arrogante, aislado y supuestamente autosuficiente. ¿Pero este “individuo excepcional” no sería simplemente un mecanismo defensivo y compensatorio, una especie de ficción para compensar la impotencia del fatalismo? Si en los años 1980 teníamos un actor social impotente y víctima del sistema, ¿hoy adherirse a la figura del Idiota funciona como mecanismo de defensa y línea de escape frente al fatalismo latinoamericano? Posiblemente esta adhesión a la figura del Idiota como líder, como gobernante, exprese el triunfo del fatalismo, en un momento donde no se puede hacer nada más, pero se pretende cambiar la vida de manera trascendente (y no sabemos hacia dónde). Entonces, tal vez una pequeña salida, una posible acción política, para algunos de estos segmentos sociales, sea reírse y menospreciar la vida y a uno mismo. En un movimiento en el que se activa el rencor, el nihilismo y todas las alegrías del odio. Si el individuo fatalizado aparece como paradigma del neoliberalismo, posiblemente el “individuo excepcional”, enojado, nihilista y que ama al idiota surja como paradigma del extremismo político.