El partido gobernante Ley y Justicia ha convocado el mismo día de los comicios un referéndum contra la inmigración, mientras que la situación del periodista Pablo González no forma parte de la mayoría de las informaciones sobre estas determinantes elecciones en los medios españoles
Las elecciones en Polonia reflejan la estructura política de un país cuyo encaje en Europa se antoja profundamente complejo. Incómodo socio comunitario para muchos de los estados miembros de la UE, Polonia ha pasado en los últimos tiempos de ser un aliado fundamental en la política bélica y de acogida tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022 a pasar a ser de nuevo un estado ultraconservador señalado por su política interna y por su giro en las alianzas con el gobierno de Zelensky. La decisión de Varsovia de frenar el envío de armas a finales de este verano para engordar su propio ejército, así como las muestras de decaimiento en el apoyo al país vecino vienen determinadas por la lucha por el mercado del grano en Europa, que no es sino la lucha por los recursos, las competencias y los fondos comunitarios en un hipotético escenario de entrada o de creciente peso del país ucraniano en la Unión.A ello se le suman polémicas de corte más simbólico, como el reciente Nazigate protagonizado por Zelensky y Trudeau en el parlamento de Canadá y que ha revivido la herida histórica entre Polonia y Ucrania que está aún lejos de ser superada. El motivo de fondo es la tolerancia y el culto que desde Kiev se realiza al pasado colaboracionista del país en la persecución de judíos polacos como aliado de la Alemania Nazi en la II Guerra Mundial, que ha conducido a algunos líderes polacos a exigir responsabilidades al estado vecino.
Sus posiciones contrarias a los Derechos Humanos en política social, derechos LGBTIQ y sobre todo, en lo relativo a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres han definido en gran parte la imagen exterior de Polonia en los últimos tiempos
Sus posiciones contrarias a los Derechos Humanos en política social, derechos LGBTIQ y sobre todo, en lo relativo a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres han definido en gran parte la imagen exterior de Polonia en los últimos tiempos. Internamente, el derecho al aborto es un cleavage fundamental en este país ultracatólico, y el voto femenino se presenta como un elemento importante para cambiar la correlación de fuerzas hacia la opción de centro-derecha encabezada por Donald Tusk. Una coalición liderada por el ex Presidente del Consejo Europeo alejaría a la extrema derecha iliberal del gobierno de Kaczinsky en pro de una alternativa más europeísta y liberal que podría transformar las alianzas del grupo de Visegrado y ser más útil al proyecto europeo de Von Der Leyen. La izquierda, para variar, no tiene ninguna esperanza en el país polaco, y se le reserva, en el mejor de los escenarios, un papel secundario es como muleta de una coalición amplia liderada por Tusk en la que hiciera falta la suma de sus escaños.
La inmigración es la otra cuestión fundamental para comprender qué está en pugna en estas elecciones polacas, que algunos analistas han considerado las más determinantes desde 1989. Como ha informado Ricard González en El Salto, el actual partido en el poder busca legitimar su política anti inmigración convocando este mismo domingo, en paralelo a las elecciones, un referéndum con cuatro preguntas, dos de ellas dedicadas a la cuestión migratoria con un claro sesgo xenófobo. Este plebiscito, sin consencuencias electorales pero con gran peso simbólico, responde al plan de relegitimación del Gobierno ultraconservador polaco para revalidar mandato, señala González.
Los medios españoles que están cubriendo el conflicto desde diferentes puntos de vista olvidan, sin embargo, un tema fundamental del que informar desde nuestro país: la situación de Pablo González, el periodista vasco que lleva detenido desde el 28 de febrero de 2022 en una prisión polaca acusado de espionaje, sin pruebas ni garantías y en un aislamiento casi total. Sería interesante conocer si un cambio en el poder en Varsovia permitiría un giro en la situación del periodista, abandonado por la diplomacia española. Sin embargo, como señalaba el eurodiputado Miguel Urbán en Público, el caso de González, aunque ignorado en nuestro país, sí sirve para reforzar las posiciones de “mano dura” internas en Polonia, lo que el político ha considerado como un elemento de “propaganda electoral”.