En una cosa va a tener sabia razón Alberto Núñez-Fakejóo: Pedro Sánchez está consiguiendo que España se desmorone. Se desmorona por su izquierda, donde Yolanda Díaz está logrando que lo que nació como nidito de paz, poliamor y flower-power se haya convertido en una orgía pornográfica donde se dan mucho por culo unos a otros (con perdón). El desmorone por la derecha lo escenifican este domingo en prime time las huestes peperas que se reúnen, no se sabe para qué, en la madrileña y recoleta plaza de Felipe II, donde cabe tan poca gente que no habían invitado siquiera a Isabel Díaz Ayuso. Poor butterfly. Pero, claro, al final la lideresa sí consiguió colarse en el programa. Las espadas en el seno del PP ya están en alto desde la debacle electoral en las elecciones generales, y si aun no ruedan cabezas es porque ni Ayuso ni Feijóo las usan mucho, y el resultado sería indiferente.
Cantando por voxerías (los de Vox tampoco han sido convidados a este aquelarre de cazafantasmas contra amnistías inexistentes), el derrumbe del chiringuito de Santiago Abascal es un rayo que no cesa, y que alumbra la inteligencia de un pueblo español que se ha percatado a tiempo de lo perniciosa que es su presencia en las instituciones. Los abascalitos de Esperanza Aguirre se han quedado más tiesos que la momia de Franco, condenados a la irrelevancia parlamentaria (con la pasta que eso supone) y con el único consuelo de la pataleta. Llegaron a las instituciones al grito de chúpame la pinga, Dominga, y al final fueron ellos los que tuvieron que mamar pinganillos. Como Ciudadanos, se extinguirán sin haber dejado huella de su paso salvo en el PP, que tendrá que seguir aguantando sus desvaríos fascistas en comunidades y ayuntamientos. Pobres gentes las que les votaron, y las que no, por esos predios. Vaya cuatro añitos les esperan.
Los nacionalistas e indepes tampoco están para bailar aurreskus ni sardanas ni muiñeiras. En Euskadi, la prensa jeltzale ya da casi por hecho que las elecciones autonómicas se harán coincidir, la próxima primavera, con las europeas. Los peneuvistas aun se frotan los ojos tras haber perdido un 26% de sus apoyos. 105.000 votos se ha dejado Aitor Esteban tras su noble apoyo al bloque progresista en esta legislatura. No compensados por los 53.000 que sumó EH-Bildu respecto a los comicios de 2019. Los 50.000 que perdió el nacionalismo vasco se colaron en la alegre tronera del desmoronador y billarista Pedro Sánchez. Qué tío.
Algo parecido sucedió en Catalunya, donde el socialismo se comió casi enteritos los 400.000 votos que perdió ERC y los 140.000 que abandonaron a Junts.
A Pedro Sánchez solo le faltó desmoronar el nacionalismo en Galicia, donde solo colectó 15.000 votos más, mientras el Bloque sí ascendió unos 30.000 que no sirvieron para que al dulce y aguerrido Capitán Trueno Néstor Rego le sentaran un Crispín a su lado en el Congreso.
Es muy curioso este Pedro Sánchez, que se fortalece cuando no lo apoyan y se robustece aun más cuando lo apoyan.
Desde el 23J, el cuento de Pedro y los lobos ha cambiado de final, y ahora los canis lupus de antaño son mansos mamíferos veganos obligados a pastar/pactar en sus predios. Solo el díscolo Carles Puigdemont ha rechazado vestir piel de oveja. Pero no creo, desde mi más absoluta ignorancia e indocumentación, que Junts se atreva a forzar una repetición electoral. No por miedo a la ultraderecha, sino por el terror que ya produce la posibilidad de que Pedro Sánchez les vuelva a pegar otro bocado.
Los resultados del CIS más reciente nos indican, incluso analizando los siempre jugosos y sanos datos frescos de la precocina, que España no se mueve de lo que ya dictaminó el 23J. Sospecho que los lobos de Pedro tendrán que resignarse a solo mostrar ferocidad aullándole a la luna durante unos añitos. Será bella la estampa.