El reportaje en película del Diez de Marzo abarroto el Teatro Jofre de un público que quiso recordar y ver la efemérides más amarga de la historia reciente de nuestra ciudad.
No es fácil escribir sobre ello por quien estuvo allí con otros compañeros del Comité de Empresa de Bazán, pero como no vivo en un mundo aislado y tengo ese recuerdo doloroso, lo he vuelto a ver interpretado en unas estampas que emparentaban perfectamente con los hechos, y por ello, manifiesto mi admiración afectuosa por los directores de la película, por la representación de lo que terminó en gran tragedia, y por los actores.
Muchos de esos actores estaban allí presentes, y cumplieron con la función psicológica y moral de conmover al espectador, llevándolo desde un principio por un pesimismo creciente hasta llegar a Amador y Daniel y a tantos otros que cayeron en As Pías, masacrados por defender problemas de idiosincrasia y de orígenes de clase. Es una película espléndida, de reflexión, poseedora de una gran realidad que explica cómo fue ese día Diez de Marzo.
El Palacio de Capitanía es un edificio construido en 1761, y en 1858 fue visitado por la Reina Isabel II y su hijo Alfonso XIII, que aprovechó el escritor Montero Aróstegui para presentarle a la Reina los documentos solicitando que Ferrol fuera declarado Ciudad.
Desde entonces fue el edificio del Departamento Marítimo y tuvo como destino un Capitán General. Actualmente está dedicado a Archivo Naval, y por temporadas suelen autorizarse visitas guiadas que ven el salón del trono de singular belleza, y también cargado de historia que honra a Ferrol. El salón azul con retratos de marinos ilustres, la escalera principal de mármol y el pasamanos de madera noble. Es un Palacio diseñado para una ciudad en perpetuo movimiento.
En los astilleros de Navantia se vienen produciendo importantes reformas estructurales, tecnológicas, y en la plantilla, que están revolucionando las factorías. Ante esa avalancha de trabajo, los sindicatos salieron a la calle para pedir orden por las abusivas contrataciones en empresas auxiliares y vigilancia en los horarios laborales, que están excediendo lo pactado.
Navantia es una empresa que cumple y, cuando no lo hace, los sindicatos están en su obligación de proclamarlo a los cuatro vientos, dentro del «amor cortés» que existe, entre la dirección y los trabajadores.