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Manolo Mourente , en el recuerdo


https://josetorregrosa.wordpress.com/2011/06/28/manolo-mourente-en-el-recuerdo/


 [El presente trabajo forma parte del apéndice de la obra de Enrique Barrera «OBRAS CIVILES: BERROS DE REBELDÍA E PEDRA NA BAZÁN, Ed. Embora (2011), con patrocinio de FUCO BUXÁN»]

¿Acaso no existe, junto a la imprescindible Memoria Histórica, una Memoria Emotiva-la inteligencia emocional, recordando- que habla de sentimientos, de una intimidad clarificadora; de la huella que han dejado, de su paso  por la Sociedad de su Tiempo- unos personajes cuyos perfiles más hondos se pierden o, al menos, se difuminan, en el fragor de unas épocas crueles, en este caso la dictadura franquista y el  comportamiento ejemplar-cuando no heroico- de muchos de sus opositores?

El perfil que aquí va a aparecer de Manuel Fernández Mourente quizás tenga mucho más que ver con el corazón que con la cabeza. Me sorprende, en primer lugar, después de más de un cuarto de siglo de su falta, lo vivo que sigue su recuerdo, la nitidez actual de su personalidad, de su persona. Nos hallamos, sin duda alguna, ante  esa clase de ciudadano rico en conciencia de clase, licenciado en compromiso, de los que la Izquierda puede sentirse, y se siente, orgullosa y satisfecha. Pero no en menor medida, Mourente fue un hombre de familia, un esposo y un padre ejemplar en cada instante,  que luchaba por los suyos, un concepto en el que cabían los demás: esa “familia de izquierdas” (en oposición al egoísmo endogámico de la “familia burguesa”), de la que raras veces se habla, que, además de con los propios, se siente solidaria con los hijos del mundo.

 Había en él, y eso se advertía en el mismo momento de conocerlo- Mourente se entregaba sin medida y sin condiciones, limpio de convencionalismos o reservas, a los que estimaba compañeros-, una plena y contagiosa alegría de vivir, aun en tiempos oscuros; la felicidad del amor compartido con la carne de su carne y con los que militaban a su lado en la Causa de las Libertades.

Las líneas que siguen, es de temer, no cabrían en un libro convencional de Historia: no contienen fechas o sucesos relevantes, al menos en apariencia. Quiero traerlas aquí por considerarlas una pincelada más de la forma de hacer y de sentir de Manolo Mourente…Manolo Mourente tenía un perro, un enorme pastor alemán de aspecto impresionante. Caminaba a su lado mansamente como un cachorrillo. En el momento en que te acercabas a su dueño, se advertía, de inmediato, cómo se ponía en guardia. Ay de ti si, por ejemplo, palmeabas la espalda de Manolo, porque era, no es exagerar, convocar al  lobo antiguo que campeaba en los genes  de la fiera : trataba de abalanzarse sobre ti, arrojando furia y fuego del infierno por los ojos; en el momento en que Manolo lo tranquilizaba y le “explicaba” que aquél era un amigo, de repente, recobraba su aspecto tranquilizador de perro de paseo y ya no tendrías que tener miedo.

Dicen que los perros son como sus dueños. Bien, vale el ejemplo: así era Manolo Mourente: tierno y considerado con los suyos, pero fiero con la injusticia del fascismo, que él combatía con las armas de su valor y sus profundas creencias en los valores democráticos.

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