Cuando a comienzos de marzo de 2020 publiqué El Ejército de Vox, un ensayo que demuestra sin margen de duda el predominio de la ultraderecha en el seno de las Fuerzas Armadas españolas tras analizar casi doscientas secciones electorales repartidas en todo el territorio durante las dos elecciones generales acaecidas durante 2019, abril y noviembre, no podía imaginar la traca de final de año que el Glorioso Ejército español tenía preparada: cuatro cartas golpistas a Felipe VI de promociones de los tres Ejércitos (Tierra, Aire y Armada), dos explosivos chats de WhatsApp (uno de militares en activo y en la reserva –que filtré al diario Público– y otro de militares retirados –que publiqué en mi perfil de Twitter dos días antes que InfoLibre ofreciera desvelara en exclusiva el mismo–), cuatro vídeos publicados por Miquel Ramos (en La Marea y en su cuenta de Twitter) en los que militares en activo cantan temas de una conocida banda neonazi en distintas situaciones (festividades, entrenamientos o formaciones en plena vía pública), una efeméride franquista (publicada en mi cuenta de Twitter) y un manifiesto ultraderechista ratificado por centenares de militares. Nada más y nada menos que una docena de manifestaciones franquistas, nazis o ultraderechistas provenientes del mundo militar, la mitad de militares en activo –la mayoría jóvenes, incluso cadetes–. Doce nuevas extravagancias que se unen a los más de cincuenta escándalos ultras reseñados en el mencionado ensayo a modo de ejemplo de lo acontecido en las dos primeras décadas del siglo XXI, porque ni están todos los que se publicaron ni los que se publicaron constituyen todos los que acaecieron.
Desgraciadamente, los ciudadanos llevan casi medio siglo ignorando un problema que, curiosamente, fue el principal baluarte sobre el que se erigió el golpe militar antidemocrático que derrocó la República y sobre el que descansó la cruel dictadura franquista. La de garrote vil, misa de domingo y porrazo a la disidencia. Y curiosamente es una de las mayores amenazas que se ciernen a día de hoy sobre la ciudadanía, pues sin actuar, actúan. Sin intervenir, intervienen. Y es que de tan golpeados que hemos sido durante siglos –se estima que se han producido más de cincuenta intentonas golpistas de gran intensidad y centenares menores en los dos últimos siglos en España– nos basta con no ver carros de combate en las calles ni militares en el Congreso para considerar demócratas a los militares españoles. Vara de medir un tanto distorsionada, y no poco laxa, máxime si tenemos en cuenta la rigurosidad aplicada por países como Alemania ante problemas similares.
Preguntémonos: ¿realmente no intervienen los militares en política con este tipo de manifestaciones? ¿Acaso no establecen límites a los gobernantes y generan, como mínimo, incomodidades? ¿Acaso no generan réditos políticos a unos y otros en función de sus posicionamientos? ¿Acaso no son estas manifestaciones el sustento sobre el que se mantienen una serie de privilegios, como la ausencia de sindicatos, presentes en la mayoría de ejércitos europeos, o la injustificable, anacrónica y anómala existencia de la Justicia militar, casi desaparecida en toda Europa –por ejemplo, en Alemania solo existió en el último siglo en tiempos de Hitler y en Francia fue eliminada a comienzos de los años ochenta–? ¿Acaso no resulta cuanto menos peligroso la existencia de esta mayoría ultraderechista cuando en el Congreso de los Diputados ya se sientan más de medio centenar de ultraderechistas reconocidos?
Lo es. Y mucho.
Solo el conocimiento y la difusión del problema, la comprensión ciudadana del peligro que supone y la movilización social para generar la profunda y necesaria regeneración democrática del Ejército español evitarán su participación indirecta en política que durante las últimas décadas han exhibido, su pretorianismo político de los últimos veinte años, y su participación directa en un futuro en el que, como lamentaban en uno de esos chats incendiarios de WhatsApp de militares, ello no fuera mal visto en España ni en Europa. Conformarnos con no ser asaltados por militares ultraderechistas o que ello se considere como prueba irrefutable de una profunda convicción democrática de nuestros militares es poco menos que temerario. El Ejército de Vox de hoy debería transformarse en El Ejército de Todos. Cincuenta años de retraso ya parecen demasiado.
Sobre o autor:
Luis Gonzalo Segura, ex tenente do Exército español. Foi militar desde 2002, prestou servizos na Xefatura dos Sistemas de Telecomunicacións e Asistencia Técnica do Exército ata 2009 e tamén en Afganistán. Sometido a todo tipo de presións, sufriu arresto e foi expulsado en 2015 por denunciar corrupción e abusos.
É autor das novelas 'Un paso al frente' (2014) e 'Código rojo' (2015) e os ensaios 'El libro negro del Ejército español' (2017), 'En la guarida de la bestia' (2019) i 'El Ejército de Vox' (2020).